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El frío y el riesgo para la salud de las bajas temperaturas

La exposición al frío es un desencadenante para la aparición de determinadas enfermedades en personas susceptibles, y también contribuye a agravar o descompensar otras patologías que ya se tuvieran previamente.

Tabla de contenido:

La exposición al frío es un desencadenante para la aparición de determinadas enfermedades en personas susceptibles, y también contribuye a agravar o descompensar otras patologías que ya se tuvieran previamente. Aunque pueda parecer raro, sus efectos se empiezan a observar a temperaturas relativamente moderadas, entre 4 °C y 8 °C, por ello hay que estar alerta no solo cuando las temperaturas son extremadamente bajas, sino durante todo el invierno. Al contrario de lo que sucede con las olas de calor, no se produce un fenómeno tan claro de aclimatación al frío, y su impacto es mayor conforme avanza el período invernal.

El frío extremo afecta a nuestra salud principalmente de la siguiente forma:

  1. Provocando cuadros de hipotermia y congelación, aunque estos efectos solo representan una pequeña proporción del total de patologías invernales en nuestro ámbito. Se producen cuando los mecanismos de conservación y producción de calor no son suficientes para compensar la pérdida de calor experimentada por el importante descenso de la temperatura. La hipotermia es un fenómeno a nivel sistémico o general, mientras que la congelación es una manifestación local.
  2. Debilitando la respuesta inmune o defensiva de nuestro organismo, de manera que aumentan las enfermedades de tipo infeccioso, principalmente respiratorias, de tipo vírico, como los resfriados comunes o la producida por el virus de la gripe, o bacterianas como la neumonía por neumococo. El hecho de permanecer más tiempo en recintos cerrados, con escasa ventilación o gran afluencia de personas, también favorece la difusión de patologías infecciosas.
  3. Agravando enfermedades crónicas respiratorias (bronquitis, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, etc.). La inhalación de aire muy frío puede causar irritación del tracto respiratorio, microinflamación y broncoespasmo. La broncoconstricción también favorece la entrada de agentes infecciosos. Por otra parte, además de las bajas temperaturas, la presencia de humedad y existencia de moho en la vivienda pueden contribuir a la presentación de cuadros asmáticos.
  4. Favoreciendo la aparición de episodios cardiocirculatorios o descompensación de los preexistentes. El frío predispone a la formación de trombos en las arterias cerebrales y coronarias, así como al aumento de la presión arterial, pudiendo dar lugar a ictus y cardiopatía isquémica.
  5. Aumentando el riesgo de caídas y accidentes de tráfico, con las consiguientes lesiones, por la formación de placas de hielo o nieve.
  6. No es infrecuente que en invierno se produzcan incendios en los hogares y episodios de intoxicación por monóxido de carbono, debido al uso de braseros, estufas, chimeneas de leña, etc., bien por su mal funcionamiento o porque se utilicen en lugares mal ventilados.

Para identificar un estado de HIPOTERMIA se debe tener en cuenta que los síntomas suelen comenzar de forma gradual y variarán según el grado de severidad. Síntomas inespecíficos como piel fría, temblor, confusión, torpeza en los movimientos, dificultad para hablar, etc. nos deben de hacer sospechar que la persona puede presentar un estado de hipotermia. Es muy importante tener en cuenta que, en los bebés y niños de corta edad, las señales de alarma son una piel roja, brillante y fría, acompañada de falta de energía.

La Congelación 

Es una lesión de la piel y tejidos corporales por enfriamiento localizado, cuya gravedad depende de la temperatura (siempre por debajo del grado de congelación), la duración de la exposición al frío, la intensidad y la extensión de la superficie afectada. Puede presentarse de forma leve o superficial, provocando daños reversibles, o avanzar hasta una congelación profunda que requiera incluso la amputación de la zona. Aunque puede afectar cualquier parte de la superficie corporal, incluso si está protegida por prendas de abrigo, es más frecuente en aquellas descubiertas o distales, como nariz, orejas, mejillas y dedos de manos y pies.

¿Qué podemos hacer si nos encontramos con un caso de posible hipotermia? 

La hipotermia es una situación de emergencia que requiere asistencia sanitaria inmediata. Mientras se consigue dicha ayuda debemos:

  1. Llevar a esa persona a una habitación, refugio o lugar caliente o resguardado. Si no es posible, tratar de aislarla de las superficies frías. Trasladarla con cuidado evitando movimientos bruscos y no efectuarle masajes. La persona con hipotermia debe permanecer en reposo.
  2. Quitarle la ropa si está mojada. Darle calor con mantas, toallas u otra ropa de abrigo, o mediante el contacto corporal directo. Las duchas y baños calientes pueden causar hipotensión, síncope o provocar arritmias, por lo que están desaconsejados.
  3. Si está consciente hay que intentar que tome bebidas calientes, pero nunca alcohólicas.

Y ante una congelación, ¿qué se debe hacer?

La congelación también precisa atención sanitaria urgente, ya que puede dar lugar a secuelas irreversibles. En cualquier caso, hay que aplicar los siguientes cuidados:

  1. Trasladar a la persona a una zona cálida y resguardada, quitándole la ropa húmeda o mojada.
  2. Pueden sumergirse las partes afectadas en agua templada (no caliente) o poner paños o compresas tibias, pero no aplicar calor directo sobre la superficie dañada.  También puede darse calor corporal, por ejemplo, calentar los dedos de las manos en el hueco axilar. Las zonas lesionadas tienen menor sensibilidad, por ello, y para evitar quemaduras, no se deben emplear almohadillas eléctricas, estufas, radiadores, secadores de pelo… para calentarlas. Tampoco deben darse masajes en la zona congelada ni abrir las ampollas que pudieran formarse.
  3. Si los pies están congelados hay que evitar que camine.
  4. Administrarle bebidas calientes y alimentos ricos en hidratos de carbono.

Pero las bajas temperaturas no nos afectan a todos por igual; influyen factores individuales, de adaptación, hábitos personales y sociales, y determinadas circunstancias asociadas al entorno.

 Los grupos de población especialmente vulnerable o de riesgo son:

  1. Personas sin hogar o con bajo nivel socioeconómico, en situación de aislamiento social, exclusión o precariedad, incluyendo supuestos de pobreza energética.
  2. Personas de edad avanzada. Su adaptación al frío está mermada, su capacidad de termorregulación reducida y sus mecanismos defensivos e inmunitarios debilitados.
  3. Personas dependientes y con movilidad reducida.
  4. Recién nacidos, lactantes y niños de corta edad. Su respuesta al frío aún no está bien regulada, no saben expresarse diciendo lo que sienten y no son capaces de desarrollar una actividad física espontánea para entrar en calor.
  5. Embarazadas. Son más susceptibles a los efectos del frío extremo.
  6. Personas desnutridas, con agotamiento físico y quienes presentan un consumo excesivo de bebidas alcohólicas o sustancias adictivas.
  7. Quienes padecen determinadas enfermedades crónicas (afecciones cardiocirculatorias y cerebrovasculares, asma, insuficiencia respiratoria, diabetes, hipotiroidismo, trastornos psiquiátricos, enfermedades que cursan con vasculopatía o neuropatía periféricas, etc.).
  8. Personas que requieren medicamentos tales como relajantes musculares, antihipertensivos, betabloqueantes, neurolépticos…
  9. Trabajadores al aire libre o quienes realizan actividades que requieren esfuerzo en ambientes exteriores, así como los que practican deporte en ese entorno, especialmente si es en zonas altas de campo o montaña (senderismo, montañismo, alpinismo, esquí, caza o similares).
  10. Viajeros, turistas o transeúntes que proceden de zonas o países más cálidos.

En cualquier caso, tenga en cuenta estas recomendaciones para protegerse ante episodios de frío extremo:

Adopte precauciones en el exterior

  1. Límite, en la medida de lo posible, las actividades al aire libre, especialmente si pertenece a algún grupo de riesgo. Haga salidas breves, evitando los cambios bruscos de temperatura de forma continua. Si tiene que realizar trabajo físico en dichas condiciones, hágalo con precaución, sin llegar al agotamiento.
  2. Utilice prendas de abrigo que protejan de la humedad y del viento. Es preferible usar varias capas de ropa ligera y holgada que una sola más gruesa. Preste especial atención a la cabeza, cuello, manos y pies, ya que la mayor parte del calor corporal se pierde por dichas zonas. Recuerde que la ropa húmeda y el sudor enfrían el cuerpo rápidamente, procure por ello permanecer seco. La tiritona indica que estamos perdiendo calor de forma excesiva y que debemos resguardarnos en un lugar cálido y seco.
  3. No respire por la boca, inhale el aire por la nariz para que se caliente al pasar por las fosas nasales.
  4. Extreme la precaución para evitar caídas cuando se hayan producido heladas o haya nevado. Use calzado antideslizante.
  5. En las salidas a la montaña, equípese adecuadamente para hacer frente a las condiciones meteorológicas adversas y, en su caso, lleve material apropiado para andar sobre nieve o terreno helado.
  6. Si tiene que viajar en coche, revíselo antes de salir, evite en lo posible las carreteras secundarias, heladas o con nieve, vaya convenientemente equipado (linterna, cadenas, ropa de abrigo, agua, algunos alimentos ricos en calorías, medicación habitual, teléfono móvil, etc.) y siga las indicaciones facilitadas por la DGT.

Protéjase en casa

  1. Abríguese también en el interior, con ropa apropiada y acorde a la temperatura de la vivienda
  2. Preste especial atención a las personas mayores, bebés y niños de corta edad, limitando su estancia en el exterior y acomodándolos en las habitaciones más caldeadas del domicilio. Recuerde que los niños muy pequeños no pueden desarrollar una actividad física espontánea que los haga entrar en calor, ni manifestar claramente que tienen frío.
  3. Haga comidas calientes y mantenga una alimentación variada, de elevado aporte energético, que incluya sopas, caldos y bebidas calientes o templadas a lo largo del día. Evite el consumo excesivo de bebidas alcohólicas y con cafeína. No olvide hidratarse convenientemente, pues en épocas de frío también se produce una mayor pérdida de líquidos.
  4. Procure un buen aislamiento térmico de la vivienda. Revise el estado de cerramientos. Selle grietas y huecos por los que pueda entrar el frío, si es preciso utilice burletes u otro material aislante en puertas y ventanas
  5. Si no dispone de un sistema de calefacción adecuado, no permanezca en reposo durante demasiado tiempo, muévase o realice alguna actividad física para entrar en calor siempre que sea posible.
  6. Evite riesgos de incendio e intoxicación por monóxido de carbono. Tenga especial precaución con las estufas de gas y leña, así como con sobrecargas de la red si utiliza estufas, calefactores o aparatos eléctricos para caldear la casa, y no los deje encendidos durante la noche. Compruebe su correcto funcionamiento.
  7. Ventile su casa al menos dos veces al día para renovar el aire. Períodos cortos de cinco o diez minutos pueden ser suficientes. En el caso de usar estufas de gas, braseros o chimeneas, ventile con mayor frecuencia.

Además

  1. No olvide estar pendiente de familiares, amigos o vecinos de edad avanzada, especialmente si viven solos o se encuentran en situación de vulnerabilidad ante el frío.
  2. Si toma medicamentos de forma habitual o padece alguna patología crónica, pregunte a su médico qué medidas complementarias debe adoptar. Consulte las pautas vacunales anuales recomendadas.
  3. Durante las olas de frío manténgase al tanto de la información que facilitan los medios de comunicación y los servicios sociosanitarios. Siga los consejos y las medidas preventivas que recomienden.
  4. En cualquier caso, si sospecha que usted o alguien de su entorno puede padecer algún síntoma o problema médico relacionado con el frío que no pueda resolver por sí mismo, busque atención sanitaria.

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